SÍ, SEÑÓ. UN GROSSO

Juan Carlos Altavista ha sido, sin dudas, uno de los actores que mejor logró "encarnar" en todo el sentido de la palabra a un personaje. Minguito Tinguitella primero, Mingo a secas, después. En realidad Mingo tenía un apellido, lo dice en una de las películas, pero ahora no lo recuerdo. El cambio se debió a un reclamo judicial iniciado a principios de los ochentas por parte de la familia de Juan Carlos Chiappe, fallecido en 1974, creador del personaje de Tinguitella. Eso le vino al pelo a Altavista porque su creación ya poco tenía que ver con el ciruja pendenciero creado por Chiappe. Mingo pasó a ser, desde los libros de Sofovich para la tv y de Peregrino Salcedo para la radio, un ser más familiar, menos marginal.

Altavista era, de acuerdo al relato de quienes trabajaron con él, un tipo absolutamente opuesto al Mingo. Prolijo, elegante, educado; pero que al ponerse el escarbadiente en la boca, automaticamente se transformaba y te saludaba con un "Keacé, chogua!"
También cuentan que le gustaba tomarse unos vinos con amigos. Y que después de una de esas míticas cenas en Fechoría, se agarró un peludo de aquellos, al punto que mientras viajaba en el auto con García Grau, le hizo parar el coche justo en la puerta del regimiento de Patricios, en Palermo, se bajó y le empezó a gritar al soldado de guardia diciéndole que quería comprarle el tanque...!
En fin, un auténtico personaje de Buenos Aires. De una ciudad que ya fue. Que no cuenta con esos artistas pero que al menos, en algunos lugares, nos permite encontrarnos con sus creaciones. Que no es poco.